RD.- Aunque ya llegó, en nuestro paĆs todavĆa no azota con crudeza la pandemia que recorre gran parte del mundo. AĆŗn asĆ, es posible darnos cuenta de las grandes diferencias que existen en nuestra población a la hora de tomar medidas para evitar los contagios, y con ellos su propagación.
Las recomendaciones suelen ser las mismas en todo el mundo. Quedarse en casa y trabajar a distancia; no usar el transporte pĆŗblico, evitando los lugares concurridos y lavarse permanentemente las manos. Estas Ćŗltimas parecieran ser las mĆ”s importantes, ademĆ”s del evidente aislamiento preventivo con o sin sĆntomas. Pero, examinemos una a una las recomendaciones.
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Pedro Calderón |
Primero, ¿puede el pueblo dominicano trabajar a distancia? En un paĆs donde el derecho al trabajo digno no estĆ” garantizado, pensar en el teletrabajo parece ser una utopĆa incluso en tiempos de pandemia. Por ello, debemos avanzar hacia una sociedad que valore la humanidad de sus trabajadores por sobre su rentabilidad económica.
AdemÔs, resulta prioritario que todos los trabajadores y trabajadoras tengan asegurada tanto su previsión social como los seguros médicos. No es posible que ante el contagio de coronavirus se vean obligados a seguir trabajando porque no pueden dejar de llevar dinero a sus casas, y con ello se vean expuestos sus compañeros de trabajo y la comunidad en general.
Por otro lado, el uso del transporte pĆŗblico no es una elección para miles de dominicanos y dominicanas. Descartada la posibilidad de dejar de trabajar, la movilización es una necesidad bĆ”sica que estĆ” bastante descuidada por parte del Estado. Las empresas que prestan el servicio no cumplen las mĆnimas normas de seguridad y el hacinamiento en carros pĆŗblicos, guaguas y voladoras es terreno fĆ©rtil para que el virus se siga propagando. Una vez mĆ”s, los pobres son parte de esa población vulnerable que estĆ” mĆ”s expuesta a contraer la enfermedad.
En tanto, lavarse las manos y cuidar la higiene personal es, sin duda, la recomendación mÔs repetida. El problema radica en las condiciones en que viven muchos de nuestros compatriotas, por ejemplo, viviendo entre aguas estancadas y sin agua potable que les permita cumplir con las indicaciones entregadas por las autoridades de salud, e incluso volviéndolos presas fÔciles del dengue y otro tipo de enfermedades.
Las precarias condiciones sanitarias y de vivienda existentes en los barrios con menores recursos, son las que expresan una de las principales diferencias sociales, evidenciando la ausencia del derecho a la salud garantizado para todos y todas.
En ese sentido, el sistema es deficiente desde su estructura. Basta un contagiado en cualquiera de nuestros barrios capitaleños para que el COVID-19 se propague rÔpidamente por la población dominicana. Nunca estuvimos preparados.
Por lo anterior, es de una necesidad imperiosa fortalecer el sistema de salud pĆŗblico. Urge una voluntad polĆtica transversal para convertir la salud en un derecho real para todos los dominicanos y dominicanas.
El desafĆo inmediato que nos deja la crisis es lograr que el ArtĆculo 61 de la Constitución se cumpla de una vez por todas.
Escrito por: Pedro Calderón Prieto (@pcp2020.do)
Enviado por: Yenny Lovera / Fiestas y Personalidades