miƩrcoles, 25 de marzo de 2020


RD.- Aunque ya llegĆ³, en nuestro paĆ­s todavĆ­a no azota con crudeza la pandemia que recorre gran parte del mundo. AĆŗn asĆ­, es posible darnos cuenta de las grandes diferencias que existen en nuestra poblaciĆ³n a la hora de tomar medidas para evitar los contagios, y con ellos su propagaciĆ³n.

Las recomendaciones suelen ser las mismas en todo el mundo. Quedarse en casa y trabajar a distancia; no usar el transporte pĆŗblico, evitando los lugares concurridos y lavarse permanentemente las manos. Estas Ćŗltimas parecieran ser las mĆ”s importantes, ademĆ”s del evidente aislamiento preventivo con o sin sĆ­ntomas. Pero, examinemos una a una las recomendaciones.

Pedro CalderĆ³n
Primero, ¿puede el pueblo dominicano trabajar a distancia? En un paĆ­s donde el derecho al trabajo digno no estĆ” garantizado, pensar en el teletrabajo parece ser una utopĆ­a incluso en tiempos de pandemia. Por ello, debemos avanzar hacia una sociedad que valore la humanidad de sus trabajadores por sobre su rentabilidad econĆ³mica.

AdemĆ”s, resulta prioritario que todos los trabajadores y trabajadoras tengan asegurada tanto su previsiĆ³n social como los seguros mĆ©dicos. No es posible que ante el contagio de coronavirus se vean obligados a seguir trabajando porque no pueden dejar de llevar dinero a sus casas, y con ello se vean expuestos sus compaƱeros de trabajo y la comunidad en general.

Por otro lado, el uso del transporte pĆŗblico no es una elecciĆ³n para miles de dominicanos y dominicanas. Descartada la posibilidad de dejar de trabajar, la movilizaciĆ³n es una necesidad bĆ”sica que estĆ” bastante descuidada por parte del Estado. Las empresas que prestan el servicio no cumplen las mĆ­nimas normas de seguridad y el hacinamiento en carros pĆŗblicos, guaguas y voladoras es terreno fĆ©rtil para que el virus se siga propagando. Una vez mĆ”s, los pobres son parte de esa poblaciĆ³n vulnerable que estĆ” mĆ”s expuesta a contraer la enfermedad.

En tanto, lavarse las manos y cuidar la higiene personal es, sin duda, la recomendaciĆ³n mĆ”s repetida. El problema radica en las condiciones en que viven muchos de nuestros compatriotas, por ejemplo, viviendo entre aguas estancadas y sin agua potable que les permita cumplir con las indicaciones entregadas por las autoridades de salud, e incluso volviĆ©ndolos presas fĆ”ciles del dengue y otro tipo de enfermedades.

Las precarias condiciones sanitarias y de vivienda existentes en los barrios con menores recursos, son las que expresan una de las principales diferencias sociales, evidenciando la ausencia del derecho a la salud garantizado para todos y todas.

En ese sentido, el sistema es deficiente desde su estructura. Basta un contagiado en cualquiera de nuestros barrios capitaleƱos para que el COVID-19 se propague rĆ”pidamente por la poblaciĆ³n dominicana. Nunca estuvimos preparados.

Por lo anterior, es de una necesidad imperiosa fortalecer el sistema de salud pĆŗblico. Urge una voluntad polĆ­tica transversal para convertir la salud en un derecho real para todos los dominicanos y dominicanas.

El desafĆ­o inmediato que nos deja la crisis es lograr que el ArtĆ­culo 61 de la ConstituciĆ³n se cumpla de una vez por todas.


Escrito por: Pedro CalderĆ³n Prieto (@pcp2020.do)
Enviado por: Yenny Lovera / Fiestas y Personalidades
 
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